marzo 11, 2014

"Exploración" [Inoodai]

  No había suficiente sol, pero se puso sus gafas y un gorro, de esos que tanto le gustaban, pero esta vez no por querer, sino que, el camino del hotel a la van, unos cuantos paparazzis y fans podrían notar su rostro ya cansado de tantos conciertos y noches sin dormir lo suficiente.
   Saludó con una leve sonrisa, afinando sus labios, agachando la cabeza y levantando su palma. Se subió primero que todos, tomando el último asiento de esta. Así era la regla, llenar de atrás para delante, para que no hubiera pérdidas de espacio en el carro.
   No tomó mucho en cuenta quien tomó la posición siguiente en su costado, porque su vista estaba perdida en la ventana. Suspiró soltando vaho, empañando el cristal.
   Cuando ya todos estuvieron arriba, se despedían aun animados, con sonrisas y energía; Pero cuando el carro prendió el motor con destino al aeropuerto de Tailandia, un pesado aire invadió la nave, como si esencias de amapolas cubrieran la atmósfera.

   Los párpados de todos en la van comenzaban a caer y rápidamente se comenzaban a afirmar de las ventanas, respaldos o compañeros, quedándose dormidos sin si quiera darse cuenta. Los ojos de Kei aún estaban clavados con el cristal, junto a su frente. Lentamente caía en la tentación de entregarse a Morfeo, pero alguien le ganó. La cabeza de Daiki cayó con fuerzas en el hombro del mayor, haciendo que ambos se despertaron algo sobresaltados.

   —Ah, Lo siento, Kei— Se disculpó, volviendo a su posición recta.
   —Está bien, déjalo.

   La amable mano del mayor, ingresó sus largos dedos entre el cabello de Arioka y lo atrajo nuevamente a su hombro. La calidez que le entregaba en esa zona, era agradable.
   El camino parecía eterno, pero de alguna forma, lo agradeció. Ya que con sus dedos comenzó a jugar con el cabello del castaño. Hizo un rizo cerca de su oído, lo marcó con tantas vueltas que quedó impregnado, estático en su peinado. Ya satisfecho con haber marcado esa parte, continuó con su nuevo sujeto de exploración. Sus yemas tocaron su sien, podía sentir unas leves palpitaciones; <<Quizás son por el susto recién dado>> Pensó. Al golpearse la cabeza contra el hombro, pero lentamente, el ritmo se mezclaba con la paz de sus mejillas. Las acarició, estando un poco heladas; Raro para ser el chico. Quiso entibiárselas con su propia palma. Supuso que el menor ya se había dormido, producto del silencio mortal que reinaba al automóvil, era posible que solamente Inoo fuera el único ser despierto en ese espacio.

   Se aprovechó de esa situación y miró al menor; Dormía plácido sobre él, incluso podía divisar una sonrisa tan leve como su respiración. Vio su frente, sus cejas, sus párpados y largas pestañas. El puente de su nariz, sus dos pómulos y ahí estaban, sus carnosos labios. Relamió los propios, como si se estuviera preparando para algo. Las yemas acariciaron sus cejas con suavidad, bajando por sus ojos. De a poco, podía conocerlo, el camino físico de su rostro, aquellos huecos del rostro que eran propios del menor. De a poco sentía que si le vendasen la visión, podría reconocer a aquel chico tan solo con su tacto.  Sonrió.

  Con su mano libre, subió sus gafas hasta su gorra, dejando ver su mirada cansada pero entretenida. Volvió a mirar al castaño y tragó saliva. Se estaba acercando a terrenos peligrosos, pero a sabiendas de que el menor dormía, simplemente lo hizo. Con extrema suavidad, su dedo meñique rozó su labio inferior, pudiendo sentir la exquisitez y rugosidad propia de este. Pero sin entender bien, su dedo comenzó a doler: Eran los dientes de Daiki. Pero poco a poco, el malestar comenzó a apaciguar, al sentir algo húmedo, como una caricia en su dedo: Era la lengua del chico.

   Se sonrojó levemente, sin hacerlo notar.

   —¿No estabas durmiendo? — Consultó con tranquilidad, moviendo su dedo dentro de su boca.

   Arioka, al no poder hablar, contestó con una acción. Succionó su dedo como si estuviera haciendo una felación. Un acto bastante travieso de su parte.

   Inoo sonrió y con cuidado quitó su dedo, mirando esta vez los labios y los ojos del menor, alternadamente. Se separó leve, para tomar su barbilla. Pegó una mirada fugaz a los pasajeros del carro; Todos dormían. Al acercarse, cerró sus ojos, al igual que Arioka al saber lo que pasaría. Sintió unas esponjas suaves, que absorbían su saliva, su alma, su espíritu. Le estaban robando su energía, su tranquilidad, pero le gustaba. Fue primoroso conocer al menor con sus dedos, ahora, era exquisito sentirlo con sus labios; Solo le queda conocer todo su cuerpo con éstos.

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